62- ¿DIOS Y HOMBRE VERDADERO?

RAQUEL La unidad móvil de Emisoras Latinas se traslada a la cumbre del monte Tabor. Galilea, verde y espléndida, a nuestros pies. Se comprende que haya sido aquí el lugar escogido por usted para transfigurarse ante sus discípulos. Buenos días, Jesucristo.

JESÚS Buenos días, Raquel. ¡Shalom! 

RAQUEL Aunque tengo mil preguntas pendientes, no puedo retrasar más la que nuestra audiencia tanto espera. ¿Quién es usted?

JESÚS ¿Yo?… Yo soy Jesús.

RAQUEL Algunos han dicho que usted vino de otro planeta. Que es un extraterrestre.

JESÚS ¿Extraterrestre? 

RAQUEL No lo digo yo, sino escritores como J.J. Benítez que cabalga en el caballo de Troya…. Dice que a su muerte un platillo volador vino a recogerlo y lo regresó a la galaxia de donde había venido.

JESÚS En mi tiempo también se escribían cuentos, como el del Arca de Noé. Pero hasta los niños sabían que eran eso, cuentos. Yo nací en esta tierra que estamos pisando. No vine de ninguna estrella.

RAQUEL En entrevistas anteriores, usted nos ha dado detalles de su nacimiento, de sus padres… Pero, seamos sinceros, todavía no nos ha aclarado su verdadera identidad. ¿Quién es usted,
Jesucristo?

JESÚS Una vez yo le hice esa pregunta a Santiago y Juan y Pedro… ¿Quién dice la gente que soy?… Unos que el profeta Elías, otros que el profeta Jeremías… ¿Y ustedes?, les dije. Tú eres el
Mesías, me dijeron. El que va a liberar a nuestro pueblo.

RAQUEL ¿Usted se consideraba el Mesías esperado?

JESÚS Yo sentía en mi corazón un fuego… Me quemaban las palabras, se amontonaban en mi boca… Cuando me fui a bautizar con Juan en el Jordán no tenía idea de hacia dónde me llevaría Dios…

RAQUEL Pero a esa edad usted conocía ya su vocación, su misión divina. ¿O no?

JESÚS ¿Cómo la iba a conocer, Raquel? Uno sabe del camino cuando lo va caminando.

RAQUEL Pero ante Caifás, en el Sanedrín, ahí sí tenía la película clara, ¿no es cierto?

JESÚS ¿Qué película?

RAQUEL Disculpe la expresión… quiero decir, que cuando Caifás lo interrogó, usted reconoció que era el Mesías. ¿O no?

JESÚS Yo le dije que sí, que el Reino de Dios había llegado.

RAQUEL Pero Caifás no habló sólo del Mesías. Le preguntó si usted era el Hijo de Dios. Y usted también dijo que sí.

JESÚS Claro, Raquel, todos somos hijos de Dios. Tú también eres hija de Dios. Todos tus oyentes.

RAQUEL Me estoy refiriendo a su naturaleza divina, y no crea que esta vez se me va a escapar. Tengo hasta la fecha. En el Concilio de Calcedonia, año 451, usted fue definido.

JESÚS ¿Cómo que fui definido?

RAQUEL Usted es una persona en dos naturalezas, una divina y otra humana.

JESÚS ¿Y eso qué significa?

RAQUEL Le voy a poner un ejemplo. Usted, como hombre, no conocía la teoría de la relatividad de Einstein. Pero como Dios sí, porque Dios lo sabe todo.

JESÚS Qué extraño… porque… ¿cómo se puede saber y no saber algo al mismo tiempo?

RAQUEL Otro ejemplo. Usted como hombre no sabía que Judas lo iba a traicionar, pero como Dios ya lo sabía.

JESÚS Si yo hubiera sabido lo de Judas, te aseguro que las cosas hubieran sido muy distintas. Hubiéramos regresado a Galilea de inmediato.

RAQUEL Tal vez no me expreso bien porque soy periodista y no teóloga. Lo que quiero decir es que…

JESÚS Deja ese enredo para otro momento, Raquel, y ahora mira este valle… Respira el aire…

RAQUEL Sí, lo respiro, pero… Ustedes, amigas y amigos oyentes, ¿están conformes? Yo aún no. Así que tendré que seguir preguntándole sobre…

JESÚS Después. Ahora, déjate transfigurar por esta belleza… Y vas a comprender mejor las cosas.

RAQUEL Pues… Desde el Monte Tabor y ante un paisaje realmente maravilloso, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.

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Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

NOTAS
Una conciencia en evolución

Como todos los seres humanos, Jesús creció no sólo en años sino también en conciencia, aprendió de la vida y de las realidades que le rodeaban. En la sinagoga de Nazaret dio un paso importante en la maduración de su conciencia, al aplicarse a sí mismo la frase de Isaías El Espíritu está sobre mí. Era una forma de reconocerse profeta, en la tradición de todos los profetas que le habían precedido. Como profeta, Jesús hablaba y actuaba, sintiéndose heredero de la tradición de Israel. Como profeta consolidó su liderazgo en el movimiento que se fue organizando en torno a él. Después de su muerte y de dar testimonio de su resurrección, la iglesia primitiva acumuló sobre Jesús títulos para describir su misión: “Señor”, “Hijo de Dios”, “Cristo”. La historia que recogen los evangelios deja ver, sin embargo, que el título con que fue aclamado unánimemente por el pueblo y por sus discípulos fue el de profeta.

El profeta se define en oposición a la institución. A Jesús no debemos considerarlo como un teólogo o un maestro religioso más radical que otros, aunque dentro de la institución. No podía serlo. Le faltaba lo que hacía a los maestros de su tiempo: los estudios teológicos. La formación de los maestros era rigurosa, duraba muchos años, comenzaba desde la infancia. Cuando a Jesús le llamaron “rabí” (maestro), le estaban aplicando un tratamiento que en su tiempo era habitual como expresión de respeto y que no debe traducirse como maestro en sentido de teólogo. Más bien, a Jesús lo acusaron los maestros de la Ley por enseñar sin tener autorización.

“Yo soy la Verdad”

La experiencia mística permite sentir lo que podríamos llamar “la democracia de lo divino”, tan cercana al mensaje original de Jesús. Permite sentirse Dios y afirmar “Yo soy Dios”. No necesariamente nace este sentimiento de la arrogancia ni de la locura, sino de un nivel de conciencia donde el “yo” y el “tú” se disuelven y se experimenta una completa identificación con el Todo, con el Uno, con la Realidad Última, con quien llamamos Dios. En su libro “El harén en Occidente”, la escritora marroquí Fatema Mernisi relata una singular historia que ejemplifica lo escandaloso de esta experiencia religiosa, en este caso en el contexto del Sufismo, la rama mística del Islam: En el año 915 la policía abasida arrestó a Hallaj, un conocido sufí, por
proclamar públicamente en las calles de Bagdad algo que debía haber mantenido en secreto: “Yo soy la Verdad”. Como la Verdad es uno de los nombres de Dios, Hallaj fue declarado hereje. El Islam insiste en separar de modo tajante lo divino y lo humano, pero Hallaj creía que si te concentras en amar a Dios desde tu condición humana es posible confundirse con el propio
objeto del amor, es decir, la divinidad misma. En efecto, Hallaj se declaró hecho a imagen y semejanza de Dios con lo que perturbó la rutina de la policía abasida, pues al arrestarle estaban agrediendo a Dios mismo. Murió en la hoguera en marzo de 922. También incomodó a la policía abasida con otro de sus dichos famosos: “Yo soy aquel a quien amé, y ése que yo amé es yo mismo”. ¿No recuerdan estas frases muchas de las atribuidas a Jesús en el evangelio de Juan, un texto originado en comunidades gnósticas-místicas? Lo grave es haber petrificado estas expresiones de la conciencia humana en doctrinas y en dogmas en los que se exige creer.

La “divinidad” de Jesús

El teólogo español José Arregui, en su texto “Jesús en el diálogo interreligioso. Perspectivas”, reflexiona sobre los esfuerzos actuales de la teología por reinterpretar la “divinidad” de Jesús de forma que, sin negar el núcleo de la confesión cristiana, ésta no se convierta en obstáculo para el diálogo interreligioso. Recuerda Arregui que el teólogo católico francés Charles Perrot en su libro “Jésus, Christ et Seigneur des premiers chrétiens” (París, 1997), demostró con rigor:
1) Que en el Nuevo Testamento se le considera a Jesús “divino” en textos seguros (Hebreos 1,8; Juan 1,1 y 20,28), en textos dudosos (Romanos 9,5; Juan 1,18; Tito 2,13; 1Juan 5,20; 2Pedro 1,1), pero nunca se le identifica con Dios mismo.
2) Que las afirmaciones del Nuevo Testamento sobre la “divinidad” de Jesús se sitúan en analogía con afirmaciones judías de “divinidad” de otros personajes bíblicos (Moisés, Melquisedec, Job, el Hijo del Hombre, los Ángeles, la Torá, la Sabiduría…).
3) Que la “divinización” de Jesús se llevó a cabo originariamente en el género de los himnos de la liturgia.
4) Que la “divinización” resultaba creíble en los ambientes filosófico-religiosos del helenismo.
Partiendo de todo esto, afirma Arregui: Otros autores analizan cómo, sobre esas bases judeocristianas y helenísticas, y a través de una historia sumamente compleja y azarosa, atestada de equívocos conceptuales y de intereses políticos, se llegó a la definición de Nicea en el año 325
(“consustancial con el Padre”) y a la de Calcedonia en el año 451 (“dos naturalezas, una persona”). Y reivindican, en consecuencia, la necesidad de reinterpretar esas fórmulas conciliares a partir de su origen y de nuestro presente.

El caldo y el toro

En su libro “Creer en libertad”, el teólogo alemán Eugen Drewermann demuestra de forma contundente los peligros de la dogmática para explicar la grandeza y la originalidad del mensaje de Jesús en lo relativo a su experiencia de Dios y a la experiencia de Dios que Jesús quería compartir con el movimiento de mujeres y hombres que él lideró. En otro de sus libros, “Dios inmediato”, utiliza una comparación para contrastar la rigidez y la frialdad de los dogmas con la vitalidad del Jesús “dogmatizado” y la esterilidad del esfuerzo de muchos predicadores por “dar vida” y “nuevas interpretaciones” a los rígidos dogmas cristianos proclamados hace siglos:
“La irracionalidad de los dogmas, por hablar de alguna manera, consiste en querer fijar ese algo indecible que, un día, hizo posible una experiencia humana nueva y fue experimentado como algo sorprendente. Lo diré con una imagen: la tarea de la producción de dogmas se parece a la manipulación que transforma un toro vivo en una pastilla de caldo. Hacer aparecer el contenido
original de esos dogmas es una tarea nada fácil, incluso imposible. Aparte del hecho de que para hacer tal caldo hace falta mucha agua, querer transformar el caldo en un toro vivo es imposible. Puede que un buen caldo siente bien al cuerpo, pero si se quiere ver un toro vivo no deberíamos entretenernos haciendo un caldo. Mejor salimos al campo en busca del toro.”

Los dogmas cristológicos le quitaron el sabor

Ideas similares, cuestionando los abstrusos dogmas cristológicos aparecen  expresadas así por la teóloga brasileña católica Ivone Gebara en su texto “Jesús desde una perspectiva ecofeminista”:
La dogmática cristológica que nos viene desde Nicea y Calcedonia con todos los “refinamientos” posteriores, le quitó el gusto sabroso a las palabras de Jesús, a su comportamiento a veces irreverente, inesperado, desconcertante, audaz, cariñoso. Lo que fue conversación al borde de un pozo, comida compartida, gesto de ternura, denuncia contra las injusticias, gratuidad, caricia
dada y recibida, fue convertido por la dogmática en “razón organizada”, “razón  sistemática”, “ciencia”. La dogmática puso en una prisión aquello que fue una invitación a la libertad, aquello que era poesía. Y aún más, puso a las puertas de la “prisión” a soldados armados vestidos de sacerdotes para que nadie saliera de ella o pensara de otra manera. La dogmática colocó maestros autorizados para contar las verdades sobre Jesús y con eso mató la creatividad de los
momentos de gratuidad, de los encuentros informales, de las conversaciones en la cocina, a lo largo de los caminos o en la orilla de los ríos. La dogmática, tomada en una perspectiva radical, redujo la “racionalidad fraterna” ―y sororal― a la obediencia jerárquica, limitó “los caminos” a un solo camino, los múltiples discursos del amor a un solo discurso. Y fue creando miedo, miedo a desobedecer, miedo a pensar errado, a no reproducir la palabra exacta o la doctrina bien formulada, a la verdadera tradición procedente de Jesús.